17 de noviembre de 2016

Giovanni Pico della Mirandola




Conmemorando un aniversario de la partida de Giovanni Pico della Mirandola (QEPD. 17 de noviembre de 1494),  un hombre de la modernidad, comparto estos escritos que resumen parte de su valiosa obra.  

Este humanista y filósofo italiano, estudió derecho en la Universidad de Bolonia y en los más importantes centros de Italia y Francia. En pleno auge del Renacimiento, publicó en Roma sus célebres novecientas tesis, tituladas Conclusiones philosophicae, cabalisticae et theologicae (1486). En ellas manifestó la intención de demostrar la verdadera naturaleza del cristianismo, considerándolo como el punto de confluencia de todas las tradiciones filosóficas anteriores, incluidas la filosofía griega, la astrología, la cábala y la magia. Sus teorías fueron combatidas duramente por la curia romana y trece de sus tesis fueron condenadas por los teólogos de la época, motivo por el cual fue perseguido por hereje y pasó tres meses encerrado en la torre de Vincennes. Tras ese período, se encomendó a la protección de Lorenzo el Magnífico, en Florencia. En 1489 publicó Heptaplus, comentario cabalístico sobre el libro del Génesis, y en 1492 De ente et uno, una crítica al platonismo de Ficino.

Giovanni Pico della Mirandola

Autor: Carlos Goñi Zubieta

Giovanni Pico della Mirandola, Conde de Concordia, es el prototipo de hombre del Renacimiento. En una época de cambios profundos, en una época en la que la historia corría más deprisa que los hombres, en una época marcada por lo nuevo, hacía falta un joven audaz y valiente, capaz de interiorizar, no sin esfuerzo, el tiempo que le tocó vivir. Pico vivió sus 31 años con apasionada intensidad, razón por la que su corta vida le deparó éxitos y fracasos, amores y desamores, momentos de euforia y de paz, calumnias y amistades, envidias y reconocimientos… Es la factura que tuvo que pagar por ser un hombre de su tiempo.

En Pico se entrecruzan la Escolástica y la Modernidad, la Religión y la Filosofía, la Retórica y la Ciencia, la nostalgia caballeresca y el honor nobiliario. Pero es un cupidus explorator, como él mismo se autodenomina, un amante de la verdad y un incansable defensor de la concordia de los saberes. Eugenio Garin, uno de sus comentadores más importantes, califica su obra como un «canto de paz» en los albores de la modernidad, un intento de síntesis entre la pia philosophia y la docta religio.
Pico pertenece a ese humanismo creador del siglo XV —no al humanismo de gabinete del XVI— por varias razones.

Porque tuvo la osadía de convocar un gran “concilio filosófico” y presentar en Roma 900 tesis para ser disputadas. Porque con la Oratio, que debía introducir las tesis, fue capaz de trasladar el humanismo filosófico y retórico al plano metafísico del hombre creador. Porque llevó a cabo en su Heptaplus toda una reinterpretación cosmológica del Génesis. Porque denunció en una inmortal carta a su amigo Ermolao Barbaro los excesos de la retórica hueca. Porque disputó contra las falsas doctrinas astrológicas en sus Disputationes adversus astrologiam divinatricem. Porque buscó incesantemente la “paz filosófica” y la “concordia religiosa” en el De ente et uno. Porque supo compartir, como pone de manifiesto su Commento ai Salmi y su Commento al Pater Noster, los intereses mundanos con la interioridad profunda de la fe. Porque, en definitiva, resucitó el eterno tema del amor con singular belleza en su Commento alla Canzone d'amore. Por todo ello, no extraña que Tomás Moro considerara a Pico paradigma del hombre moderno.

Referencia: Philosophica


Giovanni Pico della Mirandola
First published Tue Jun 3, 2008; substantive revision Wed Aug 3, 2016

Giovanni Pico della Mirandola (1463–94) is, after Marsilio Ficino, the best known philosopher of the Renaissance: his Oration on the Dignity of Man is better known than any other philosophical text of the fifteenth century. Pico was also remarkably original—indeed, idiosyncratic. The deliberately esoteric and aggressively recondite character of his thought may help explain why Renaissance philosophy has had so small a place, until recently, in the canonical history of the discipline as accepted by Anglophone philosophers.

Referencia: Enciclopedia Stanford

Giovanni Pico della Mirandola

The most important Renaissance Platonist was Marsilio Ficino (1433–1499), who translated Plato’s works into Latin and wrote commentaries on several of them. He also translated and commented on Plotinus’s Enneads and translated treatises and commentaries by Porphyry, Iamblichus, Proclus, Synesius, and other Neoplatonists. He considered Plato as part of a long tradition of ancient theology (prisca theologia) that was inaugurated by Hermes and Zoroaster, culminated with Plato, and continued with Plotinus and the other Neoplatonists.

Like the ancient Neoplatonists, Ficino assimilated Aristotelian physics and metaphysics and adapted them to Platonic purposes. In his main philosophical treatise, Theologia Platonica de immortalitate animorum (Platonic Theology on the Immortality of Souls, 1482), he put forward his synthesis of Platonism and Christianity as a new theology and metaphysics, which, unlike that of many Scholastics, was explicitly opposed to Averroist secularism. Another work that became very popular was De vita libri tres (Three Books on Life, 1489) by Ficino; it deals with the health of professional scholars and presents a philosophical theory of natural magic.

One of Ficino’s most distinguished associates was Giovanni Pico della Mirandola (1463–1494). He is best known as the author of the celebrated Oratio de hominis dignitate (Oration on the Dignity of Man), which is often regarded as the manifesto of the new Renaissance thinking, but he also wrote several other prominent works. They include Disputationes adversus astrologiam divinatricem (Disputations against Divinatory Astrology), an influential diatribe against astrology; De ente et uno (On Being and the One), a short treatise attempting to reconcile Platonic and Aristotelian metaphysical views; as well as Heptaplus (Seven Days of Creation), a mystical interpretation of the Genesis creation myth.

He was not a devout Neoplatonist like Ficino, but rather an Aristotelian by training and in many ways an eclectic by conviction. He wanted to combine Greek, Hebrew, Muslim, and Christian thought into a great synthesis, which he spelled out in nine hundred theses published as Conclusiones in 1486. He planned to defend them publicly in Rome, but three were found heretical and ten others suspect. He defended them in Apologia, which provoked the condemnation of the whole work by Pope Innocent VIII. Pico’s consistent aim in his writings was to exalt the powers of human nature. To this end he defended the use of magic, which he described as the noblest part of natural science, and Kabbalah, a Jewish form of mysticism that was probably of Neoplatonic origin.

Referencia: Enciclopedia de Filosofía

Qué se entiende por Comunitarismo

Qué se entiende por Comunitarismo?






El Comunitarismo se centra en señalar los efectos negativos de las sociedades modernas liberales: atomismo, desintegración social, quiebra del espíritu público, pérdida de los valores comunitarios, desarraigo de los individuos respecto a sus tradiciones…



Para los comunitaristas, la vida de las personas no puede entenderse al margen de su comunidad, cultura y tradiciones. La primacía del bien común es la base de las reglas y procedimientos políticos y jurídicos. El sujeto político ante todo pertenece a una comunidad. Una comunidad de memoria y creencias que le precede y a la que debe lealtad y compromiso. Como consecuencia, el bien comunitario se encuentra por encima de los derechos individuales.

Desde el comunitarismo, hay un rechazo explícito de la neutralidad ética estatal. El Estado debe promocionar una política del bien común, adecuada a la forma de vida de la comunidad.

La vida comunitaria es precisamente el espacio para la autorrealización individual. Así lo expresa la tradición cívico-humanista liderada por Charles Taylor. El pensamiento de este autor entiende la ciudadanía desde la identidad con la comunidad, y sólo bajo ese esquema de valores compartidos se hace posible la participación.

Las sociedades actuales, sin embargo, están compuestas por una pluralidad que escapa a la idea de una comunidad homogénea.

Esbozo del comunitarismo

El término comunitarismo alude al conjunto de doctrinas de filosofía política y teorías morales contemporáneas, casi todas de origen norteamericano, defendidas por autores como Sandel, Taylor, MacIntyre o Walzer, que rechazan los postulados liberales, tanto kantianos como utilitaristas, sobre el concepto de individuo y racionalidad.

El comunitarismo incide en la pertenencia social del individuo, en los estrechos lazos entre moralidad y las costumbres de la sociedad y en la relación entre las virtudes del bien humano y una tendencia teleológica de la naturaleza humana, reflejada en ciertas normas. En ese sentido la identidad de los individuos es previa a los fines e intereses que estos eligen, anteriores a todo compromiso.

Los teóricos del comunitarismo defienden:


o la naturaleza esencialmente política del ser humano (identificación del individuo como ciudadano), y o la importancia de la comunidad y de las tradiciones en el proceso de desarrollo de la condición personal del sujeto.

A su vez rechazan:

o los  presupuestos  de  la  filosofía  y  las  teorías  éticas  de  pensadores liberales, como Rawls o Dworkin.

Alasdair MacIntyre


En términos más concretos y como clasificación, puede distinguirse entre lo que constituye un comunitarismo más académico (MacIntyre, Sandel, Walzer y Taylor) y una serie de movimientos políticos autodenominados como comunitarismo sociológico, en el cual destaca Amitai Etzioni.

Dentro de este grupo amplio académico, coexisten dos corrientes:

        Comunitarismo orgánico: Hace referencia a un comunitarismo en sentido fuerte, que reivindica un cierto modelo de comunidad sustraído a la historia, olvidado en las actuales sociedades liberales. Aquí sobresalen autores como MacIntyre y Sandel.

        Comunitarismo estructural: Alude a un comunitarismo más relativo que, en principio, no reivindica la presencia —dentro del marco político, moral y jurídico— de algunos elementos básicos que habrían sido censurados, entre los que ocuparían un lugar central la comunidad y la cultura tradicional. Los autores canónicos son Walzer y Taylor.

A pesar de esta distinción, esquemática y orientada a lograr un efecto explicativo, el núcleo del pensamiento comunitarista es común. Su eje fundamental es la crítica al liberalismo. Más exactamente, dicha crítica se refiere en especial al liberalismo igualitarista representado por John Rawls.

Consultar: Mónica García Rubio. Universidad de Valladolid
UNA INTRODUCCIÓN AL COMUNITARISMO DESDE LA PERSPECTIVA DEL DERECHO POLÍTICO.
http://www.apostadigital.com/revistav3/hemeroteca/garciarubio.pdf nº 34, Julio, Agosto y Septiembre 2007

 
Michael Sandel

Aportes
El comunitarismo manifiesta el renacimiento, en los años ochenta, de las críticas de raíz aristotélica - hegelianas al liberalismo kantiano, aunque sobre todo emerge como respuesta, matización o rechazo al trabajo de Rawls, Teoría de la justicia. La base compartida por los autores comunitarios es su reacción frente a lo que juzgan una teoría fundamentalmente kantiana.  En este contexto, uno de los libros en los que se vislumbran algunos puntos de la crítica comunitarista contra el liberalismo fue Hegel y la sociedad moderna, [1] escrito por Taylor y publicado en 1979. Esa crítica incluye el rechazo  a un concepto  de razón  puramente formal, que  es definido  por  Kant,  al considerar  que  impide  ofrecer  contenidos concretos  a nuestras  obligaciones  morales;  aunque  también  censura  el concepto  de autonomía kantiano  en tanto  no considera en su justa medida la inmersión  del individuo  dentro  de su comunidad.

Michael Walzer


Este libro de Taylor, y un conjunto de artículos suyos escritos sobre el
«Atomismo», junto a otras obras que emergen en el contexto norteamericano, dan forma al movimiento comunitario. Alasdair MacIntyre escribe Tras la virtud [2] como un intento de refundar una moral de raíz aristotélica, basada en virtudes y no en principios universales. Pero será la publicación en 1982 de El liberalismo y los límites de la justicia [3] la fecha que marca oficialmente el comienzo del debate. Este libro aparece estructurado como una crítica a Rawls, y en él Sandel acuña el término  «comunitarismo» atacando  la concepción  de la justicia  típicamente  liberal  que  considera  la prioridad de lo correcto  o justo  sobre  lo bueno.  Por último, destaca la obra de Michael Walzer Las esferas de la justicia [4] que critica la propuesta de justicia distributiva que aparece principalmente en la obra de Rawls.

Consultar: Liberalism and Communitarianism: An Unfinished Debate
Rubén BENEDICTO RODRÍGUEZ* Universidad de Zaragoza.

*   Departamento de Filosofía, Facultad de Ciencias Sociales y Humanas. Correo electrónico: rubero@unizar.es. Fecha de entrega del artículo: 20 de abril de 2009. Fecha de aceptación y versión final: 15 de noviembre  de 2009.



[1] Charles  Taylor,  Hegel  and  Modern  Society, Cambridge, Cambridge University Press,1979.


[2]   Alasdair MacIntyre, After Virtue, London, Duckworth, 1981.


[3]   Michael Sandel, Liberalism   and the Limits   of the Justice, Cambridge, Cambridge.  University Press, 1982.


[4] Michael Walzer,  Spheres of Justice, New York, Basic Books, 1983.


16 de noviembre de 2016

¿Qué es el libertarianismo?

¿Qué es el libertarianismo?*
por Martin Masse
     
¿En qué creen los libertarios? En pocas palabras, creen que la libertad individual es el valor fundamental que debe subyacer a todas las relaciones sociales, intercambios económicos y al sistema político. Creen que la cooperación voluntaria entre individuos en un mercado libre siempre es preferible a la coerción ejercida por el Estado. Creen que el rol del Estado no es perseguir fines en nombre de la comunidad – tales como distribuir la riqueza, "promover" la cultura, "apoyar" al sector agrícola, o "ayudar" a pequeñas empresas – sino el limitarse a si mismo a la protección de los derechos individuales y dejar que los ciudadanos persigan sus propios fines de un modo pacífico.

Los libertarios esencialmente predican la libertad en todos los campos, incluyendo el derecho a lo que uno quiera con su propio cuerpo mientras esto no infrinja la propiedad e igual libertad de otros. En este sentido, creen que la gente que quiere tomar drogas, ver pornografía, prostituirse o pagar por una prostituta, o comprometerse en cualquier clase de actividad sexual consensual, debería poder hacerlo sin ser importunada por la ley y asediada por la policía.

Sin embardo, como libertarios – esto es, tomando en cuenta sus preferencias personales – no abogan por un modo de vida libertino más que cualquier otro, y uno no debería confundir las dos palabras. Lo que ellos dicen es que a cada persona se le debe permitir elegir las creencias y el modo de vida que le es apropiada, ya sea ascetismo o libertinaje, moralismo religioso o relativismo moral. Los libertarios igualmente defenderán el derecho del libertino a vivir en el libertinaje tanto como el de los padres fundamentalistas religiosos a educar a sus hijos de acuerdo con sus muy estrictas creencias.

Los libertarios apoyan la igualdad formal de cada uno y de todos ante la ley, pero se preocupan poco sobre las desigualdades entre ricos y pobres, que son inevitables y que sólo pueden ser reducidas afectando la libertad personal y reduciendo la prosperidad general. Para ellos, el mejor modo de combatir la pobreza es garantizar un sistema de libre empresa y libre intercambio y permitir que las iniciativas de caridad privada vayan en rescate de los necesitados, las que son más efectivas y mejor justificadas moralmente que los programas estatales de transferencia de riqueza.

Los libertarios creen que el único modo de asegurar el mantenimiento de la libertad personal es garantizar la inviolabilidad de la propiedad privada y limitar lo más que se pueda el tamaño de gobierno y el espectro de sus intervenciones. No confían en el Estado – cuyos administradores proclaman actuar en el nombre de abstractos intereses colectivos – cuando se trata de proteger la libertad individual. Mientras de acuerdo a las ideologías colectivistas un orden social económico viable sólo puede ser impuesto y mantenido por el Estado, los académicos libertarios han mostrado por el contrario que es la acción descentralizada de individuos que persiguen sus propios fines en un mercado libre lo que hace posible crear y mantener este orden espontáneo, traer prosperidad y sostener la compleja civilización en la que vivimos.

Así, los libertarios rechazan el principal desarrollo político del siglo veinte, esto es, el sostenido crecimiento del tamaño del Estado y del rango de sus intervenciones en las vidas privadas de los ciudadanos (para tomar un ejemplo sorprendente, en 1926 los gastos públicos estatales equivalían a solo 15% del producto nacional bruto de Canadá, hoy es alrededor del 45%).

Libertarios vs. Conservadores

Dentro del marco político norteamericano del periodo posterior a la segunda guerra mundial los libertarios se aliaron con los conservadores en su lucha contra el comunismo y el socialismo. Por esto mucha gente tiende a confundir ambas filosofías y a ponerlas en el lado derecho del espectro político, siguiendo el confuso modelo de derecha vs. izquierda, que es ampliamente utilizado para categorizar ideologías políticas. Pero los libertarios se oponen a los conservadores en varios puntos, en particular en temas sociales (los conservadores frecuentemente tratan de imponer sus valores tradicionales sobre todos usando el poder coercitivo del Estado, por ejemplo cuando apoyan que las drogas y la prostitución sean ilegales o cuando abogan por la discriminación oficial contra homosexuales) y en temas relativos a la defensa y relaciones internacionales (los conservadores se inclinan apoyar el militarismo y las intervenciones imperialistas en el extranjero, mientras los libertarios abogan, cuando es posible, por el aislacionismo y la no intervención en conflictos externos).

De hecho los conservadores valoran la autoridad en sí misma no se oponen al poder estatal en base a principios, sólo lo hacen así cuando las metas estatales no son las mismas que las suyas. Por el contrario, los libertarios rechazan cualquier forma de intervención gubernamental. Muchos de ellos piensan que no se caracterizan como derechistas y que el espectro derecha-izquierda debería ser reemplazado por otra que colocaría a estatistas y autoritarios de izquierda y derecha en un lado y a los defensores de la libertad personal en el otro.

Así, los libertarios se oponen a las ideologías colectivistas de todo tipo, ya sean de izquierda o de derecha, que subrayan la primacía del grupo (nación, clase social, grupo sexual o étnico, comunidad religiosa o de lengua, etc.) cuyo propósito es reglamentar a los individuos en la prosecución de fines colectivos. No niegan la relevancia de estas identidades colectivas, pero proclaman que depende de cada individuo el determinar a que grupos desea pertenecer y contribuir, y no así del Estado y de las instituciones que derivan su poder del Estado que imponen sus propios objetivos de un modo burocrático y coercitivo.

Un Heredero del Liberalismo Clásico

A pesar de que permanece relativamente poco conocida y poco entendida hoy debido a la casi total sumisión de la vida intelectual occidental al pensamiento colectivista a lo largo del siglo veinte, la filosofía libertaria no es una rara filosofía marginal, propagada sólo por un pequeño grupo de utopistas desconectados de la realidad. Por el contrario, es heredero de la más importante escuela económica y política occidental de los últimos siglos, el liberalismo clásico, una filosofía elaborada por pensadores como John Locke y Adam Smith. Empezando en el siglo 17, son los liberales los que pelearon por una ampliacíon de las libertades políticas, económicas y sociales contra el poder de los monarcas y los privilegios de los aristócratas. Los principios liberales están en las raíces de la constitución americana, y uno puede decir que los Estados Unidos tanto como Gran Bretaña y Canadá fueron largamente gobernados de un modo liberal a través del siglo 19 hasta inicios del siglo 20.

Entonces, ¿por qué no usar la palabra liberal en vez de libertario? Porque éste termino, precisamente desde principios del siglo 19, tomo nuevos sentidos que no son nada compatibles con la defensa de la libertad individual. En Gran Bretaña y Canadá, supuestos partidos liberales de hecho sólo son un poco más moderados que los socialistas admitidos en sus inclinaciones a usar el poder estatal y en su falta de respeto por los derechos individuales. Peor aún, en los Estados Unidos, un liberal es un izquierdista que aboga por la distribución de la riqueza, alguien que apoya un gobierno grande que interfiere en todo las vidas de las gentes, que trata de resolver todos los problemas reales o imaginarios con impuestos y gastos, y que crea programas burocráticos para cada causa buena; en breve, el liberalismo de hoy apunta a crear un estado tiránico que no duda en entrampar la libertad individual en nombre de una utopía colectivista inalcanzable. Este tipo de liberalismo to tiene nada que ver con el liberalismo clásico.

Los libertarios de hoy están inspirados por los primeros periodos del progreso liberal pero, después de un siglo durante el cual las ideologías colectivistas y totalitarias han dominado, se dan cuenta que el liberalismo clásico no era fuerte o suficientemente fundamentado como para detener la marea alta del estatismo. Son más coherentes o, algunos podrían decir, radicales que los liberales tradicionales en su defensa de la libertad personal y la libertad de mercado y en su oposición al poder estatal.

Un Movimiento Pluralista

Como todos los movimientos filosóficos el libertarianismo es variado, contiene varias escuelas y subgrupos, y uno no encontrará una unanimidad en sus justificaciones teóricas, sus fines como en la estrategia que debería adoptarse para alcanzarlos. En Norteamérica a la mayoría de los que se llaman a sí mismos libertarios les gustaría ver que el Estado vuelva a pocas funciones esenciales, en particular defensa, relaciones exteriores, justicia, la protección de la propiedad privada, los derechos individuales, y algunas otras responsabilidades menores. Todas las funciones restantes deberían ser privatizadas. En el contexto de un Estado federal muy descentralizado, los libertarios aceptan sin embargo que las autoridades locales (Estados constituyentes, provincias, regiones o municipios) pueden intervenir en otros campos y ofrecer varios tipos de arreglos económicos y sociales, en tanto que los ciudadanos insatisfechos fácilmente pueden moverse a otras jurisdicciones.

Algunos libertarios de la escuela "anarcho-capitalista" abogan por la desaparición completa del Estado y la privatización inclusive de las funciones básicas anteriormente mencionadas. Esta meta puede parecer extrema o ridícula a primera vista, pero se basa en una argumentación teórica plausible. Por ejemplo es fácil imaginar que uno podría remplazar el Estado o los cuerpos de policía local (con la corrupción, los abusos de poder, la incompetencia y el favoritismo que usualmente los caracteriza, todo hecho frecuentemente con impunidad) con agencias de seguridad privada, que obtendrían ganancias sólo en la medida en la que realmente protejan a los ciudadanos y combatan a los verdaderos criminales. Los anarcho-capitalistas usan el mismo tipo de argumentos para apoyar la privatización del ejército y las cortes lo cual no dejaría nada que hacer para el Estado. Las empresas privadas proveerían todos los servicios que los individuos podrían necesitar en un mercado libre puro.

En un contexto donde el gasto público ahora alcanza a casi la mitad de todo lo que es producido y en el que los gobiernos continúan adoptando ley tras ley para incrementar su control sobre nuestras vidas, una meta libertaria más realista es simplemente el revertir esta tendencia y pelear por cualquier avance práctico de la libertad y cualquier reducción concreta de la tiranía estatal.

Los libertarios son los únicos predispuestos a entrar en ésta lucha sin comprometer sus creencias. El hecho es que el actual debate ideológico sigue dominado por los estatistas, a pesar de las superficiales controversias políticas que atraen la atención de los medios.

Por un lado los defensores socialistas e izquierdistas de un crecimiento ilimitado en el tamaño del gobierno son una mayoría fuerte entre los lobbies que se alimentan ante el público en y a través de las universidades y los medios. La mayor parte de lo que pasa por periodismo o investigación académica muestra una completa falta de entendimiento de las reglas básicas de la economía de mercado. En el "centro" aquellos que proclamas ser "realistas" admiten que el Estado no puede continuar incrementando el margen de impuestos y crecer indefinidamente, pero ellos simplemente predican una reducción de este crecimiento. El orden establecido de los negocios por su parte estaría satisfecho con algunos cortes menores aquí y allá y algunos de sus miembros cuestionan la estructura corporativista del Estado. Para aquellos que están en la derecha que son descritos como "neoconservadores" radicales su meta propuesta es llevarnos de vuelta a donde estábamos hace veinte o treinta años cuando la tasa de gastos estatales en relación al PIB era del 5 a 10% menor, lo cual seria un paso en la dirección correcta pero dificilmente suficiente.

Uno también tiene que admitir que las llamadas "revoluciones conservadoras" de los últimos veinte años en Gran Bretaña, Canadá y los Estados Unidos realmente no han producido mayor cambio, a pesar de que se implementaron algunas útiles reformas económicas y cortes en los impuestos. Algunos programas y leyes fueron abolidos y el Estado todavía ocupa un lugar dominante en la vida económica y social. Es justo temer que los programas burocráticos empiecen a crecer otra vez ahora que los déficits presupuestarios han sido eliminados y los gobiernos tienen ingresos excedentes para gastar.

Los libertarios son los únicos que demandan y trabajan por un cambio radical, una drástica reducción del tamaño y rol del Estado, los únicos que valoran la libertad individual sobre todas las cosas. Más y más gente se da cuenta que los libertarios constituyen la única alternativa. El movimiento libertario apenas existió en los sesentas y realmente despego en los Estados Unidos a inicios de los setentas. El Partido Libertario de los Estados Unidos, fundado en 1971, ahora es el tercero en importancia después de los Republicanos y los Demócratas. Allí donde las filosofías colectivistas y la economía keynesiana acostumbraban a dominar la vida académica, recientemente ha habido un renacimiento del interés por el liberalismo clásico y la economía de libre mercado en las universidades. Finalmente, hoy la filosofía libertaria puede ser encontrada en todo lado en la Internet y su influencia esta creciendo en todos los continentes. Así realistamente podemos esperar que un siglo después del eclipse del liberalismo clásico, su resurgimiento libertario una ves más llegara a ser una influyente doctrina y movimiento filosófico en el siglo veintiuno.


*Este artículo fue traducido por el Dr. Luis Tapia y editado en RETO (Revista Especializada de Análisis Político) en Marzo de 2001. RETO es publicada mensualmente en La Paz-Bolivia por el Grupo de Estudio de la Realidad Boliviana Chachapuma's (chachapumas@latinmail.com).

*Cet article a été traduit par le Dr. Luis Tapia et est paru dans le magazine RETO (Revista Especializada de Análisis Político) en mars 2001. RETO est publié mensuellement à La Paz en Bolivie par Grupo de Estudio de la Realidad Boliviana Chachapuma's (chachapumas@latinmail.com).

Fuente 

Referencias
Libertarianism: Stanford Enciclopedia of Philosophy

13 de noviembre de 2016

Obra de Agustín de Hipona: Selección de información sobre su obra. CAYETANO ACUÑA VIGIL.


AGUSTIN DE HIPONA





Comparto información publicada en la WEB sobre la obra de Agustín de Hipona:

Información que considero de valor y que comparto con fines de estudio.




Stanford Encyclopedia of Philosophy
Saint Augustine


First published Fri Mar 24, 2000; substantive revision Fri Nov 12, 2010

Aurelius Augustinus [more commonly “St. Augustine of Hippo,” often simply “Augustine”] (354–430 C.E.):  rhetor, Christian Neo-Platonist, North African Bishop, Doctor of the Roman Catholic Church. One of the decisive developments in the western philosophical tradition was the eventually widespread merging of the Greek philosophical tradition and the Judeo-Christian religious and scriptural traditions. Augustine is one of the main figures through and by whom this merging was accomplished.

He is, as well, one of the towering figures of medieval philosophy whose authority and thought came to exert a pervasive and enduring influence well into the modern period (e.g. Descartes and especially Malebranche), and even up to the present day, especially among those sympathetic to the religious tradition which he helped to shape (e.g. Plantinga 1992; Adams 1999).

 But even for those who do not share this sympathy, there is much in Augustine's thought that is worthy of serious philosophical attention. Augustine is not only one of the major sources whereby classical philosophy in general and Neoplatonism, in particular, enter into the mainstream of early and subsequent medieval philosophy, but there are significant contributions of his own that emerge from his modification of that Greco-Roman inheritance, e.g., his subtle accounts of belief and authority, his account of knowledge and illumination, his emphasis upon the importance and centrality of the will, and his focus upon a new way of conceptualizing the phenomena of human history, just to cite a few of the more conspicuous examples.

1. Context

Only four of his seventy-five years were spent outside Northern Africa, and fifty-seven of the remaining seventy-one were in such relatively out-of-the-way places as Thagaste and Hippo Regius, both belonging to Roman provinces, neither notable for either cultural or commercial prominence. However, the few years Augustine spent away from Northern Africa exerted an incalculable influence upon his thought, and his geographical distance from the major intellectual and political capitals of the Later Roman Empire should not obscure the tremendous influence he came to exert even in his own lifetime.

Here, as elsewhere, one is confronted by a figure both strikingly liminal and, at times, intriguingly ambivalent. He was, as already noted, a long time resident and, eventually, Bishop in Northern Africa whose thought was transformed and redirected during the four brief years he spent in Rome and Milan, far away from the provincial context where he was born and died and spent almost all of the years in between; he was a man who tells us that he never thought of himself as not being in some sense a Christian [Confessions III.iv.8], yet he composed a spiritual autobiography containing one of the most celebrated conversion accounts in all of Christian literature; he was a classically trained rhetorician who used his skills to eloquently proclaim at length the superiority of Christian culture over Greco-Roman culture, and he also served as one of the central figures by whom the latter was transformed and transmitted to the former.

Perhaps most striking of all, Augustine bequeathed to the Latin West a voluminous body of work that contains at its chronological extremes two quite dissimilar portraits of the human condition. In the beginning, there is a largely Hellenistic portrait, one that is notable for the optimism that sufficiently rational and disciplined life can safely escape the ever-threatening circumstantial adversity that seems to surround us.

Nearer the end, however, there emerges a considerably grimmer portrait, one that emphasizes the impotence of the unaided human will, and the later Augustine presents a moral landscape populated largely by the massa damnata [De Civitate Dei XXI.12], the overwhelming majority who are justly predestined to eternal punishment by an omnipotent God, intermingled with a small minority whom God, with unmerited mercy, has predestined to be saved.

The sheer quantity of the writing that unites these two extremes, much of which survives, is truly staggering. There are well over 100 titles [listed at Fitzgerald 1999, pp. xxxv–il], many of which are themselves voluminous and composed over lengthy periods of time, not to mention over 200 letters [listed at Fitzgerald 1999, pp. 299–305] and close to 400 sermons [listed at Fitzgerald 1999, pp. 774–789]. 

It is arguably impossible to construct any moderate-sized and manageable list of his major philosophical works that would not occasion some controversy in terms of what is omitted, but surely any list would have to include 


Contra Academicos [Against the Academicians, 386–387 C.E.],
De Libero Arbitrio [On Free Choice of the Will, Book I, 387/9 C.E.; Books II & III, circa 391–395 C.E.],
De Magistro [On The Teacher, 389 C.E.],
Confessiones [Confessions, 397–401 C.E.], De Trinitate [On The Trinity, 399–422 C.E.],
De Genesi ad litteram [On The Literal Meaning of Genesis, 401–415 C.E.],
De Civitate Dei [On The City of God, 413–427C.E.], and
Retractationes [Reconsiderations, 426–427 C.E.].




La filosofía de Agustín de Hipona
(354 - 430)

Vida y obras
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